Las mascotas no siempre expresan el dolor o el malestar de forma evidente. A diferencia de los humanos, suelen ocultar sus síntomas para no mostrar debilidad, un instinto heredado de sus ancestros. Por eso, reconocer las señales tempranas puede marcar la diferencia en su tratamiento y bienestar.
Algunos signos sutiles incluyen:
- Cambios en el apetito: dejan de comer o comen menos de lo habitual.
- Disminución de la actividad: duermen más de lo normal.
- Cojera ligera o dificultad para moverse.
- Lamerse insistentemente una zona específica del cuerpo.
- Esconderse o aislarse.
También pueden aparecer cambios de comportamiento, como irritabilidad o apatía.
En gatos, la falta de acicalamiento o dejar de usar el arenero pueden ser indicios de dolor.
En perros, el jadeo excesivo o la dificultad para subir escaleras también son señales de alerta.
Observar de forma rutinaria ojos, orejas, piel, encías y peso ayuda a detectar anomalías antes de que se agraven. Ante cualquier cambio persistente, por pequeño que parezca, es recomendable acudir al veterinario. Un diagnóstico temprano no solo mejora la calidad de vida de la mascota, sino que también aumenta las posibilidades de éxito del tratamiento y reduce los costes futuros.
